Tenía pensado hacer unas pocas de naranja, pero con las que me han salido ya es suficiente para dos personas, no voy a pasarme... Las dejo para la próxima Semana Santa. Además, con esta receta dulce me despido por un tiempo. En unos días nace mi niña y no creo que tenga tiempo de andar por el blog...
Ingredientes: una barra de pan del día anterior, dos huevos, entre 600 ml y un litro de leche (depende del caldo que luego queráis que se os quede), canela en rama, canela en polvo, unas 6 cucharadas de azúcar o a gusto (yo he utilizado morena porque era la que tenía), aceite de oliva (utilizo virgen extra pero sabor suave, no el intenso, ya sabéis lo que pienso de los aceites refinados)
Lo primero es poner a calentar la leche con el azúcar y la canela en rama y en polvo. Generalmente se pone sólo la canela en rama, pero mi abuela le echaba de las dos, y no voy a romper yo la tradición. Cuando rompa a hervir, retiramos del fuego, tapamos y dejamos que se mezclen bien todos los sabores unos 15 minutos. Después destapamos y dejamos que se enfríe.
Mientras tanto cortamos el pan en rodajas gorditas de unos 2 cm como muestro en la foto:
Batimos los huevos y calentamos el aceite a fuego medio. Un truco para que el aceite no se ponga negro muy rápido es echar la cáscara del huevo que previamente habremos lavado bien y secado.
Primero metemos las rebanadas de pan en la leche y las vamos dejando en un escurridor.
A continuación pasamos por huevo batido y escurrimos bien antes de echarlas a freír.
Se doran enseguida, hay que sacarlas con cuidado y ponerlas en un plato o fuente con papel de cocina para que absorba el exceso de aceite. No echéis muchas a la vez en la sartén.
Acompañamos con unas cucharadas del caldo. Para guardarlas las he puesto en un taper con un poco de la leche, y el resto lo he guardado a parte para echarla en el momento de servir.